20 junio, 2009

VICENTE FERRER

No conocí a Vicente Ferrer, pero sí lo más importante de él: su obra. Uno de los eslabones de la gran fundación que creó y gestionó. Conocí la tienda de Comercio Justo que mantiene en la calle París de Barcelona, donde unas motivadas voluntarias venden los inciensos, las muñecas de trapo y los bolsos que elaboran las mujeres más humildes de la lejana India. Aquella inhóspita región de Anantapur donde fundó hospitales, escuelas, bibliotecas y más de 26.000 viviendas con las donaciones que rebuscaba en España. Su empeño estaba en el campo, su mirada entre los más desprotegidos. Su esfuerzo llegó a consolidar un programa de ayuda que actualmente beneficia a más de 2.000 pueblos.

Ferrer nació en Barcelona en 1920, apenas terminada la Primera Guerra mundial y antes de comenzar la Guerra Civil Española. Participó luchando por el bando republicano cuando apenas era un delgaducho adolescente y perdió no solo la batalla del Ebro, sino su preciada libertad, siendo encarcelado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Pero el joven Vicente no se derrumbó; mientras sus circunstancias lo arrinconaban su fuero interior se fortificaba; sus esperanzas de mejorar el mundo. Así fue que en 1969, mientras el hombre llegaba a la luna, él arribaba a unos terrenos desérticos en la India. Terrenos que nadie filmaba ni retransmitía en directo por la TV, como la mayoría de acontecimientos trascendentes en la vida de los hombres: silenciosos.

Ferrer fue mas allá de las formas para cumplir sus objetivos; trascendió los esquemas para aliviar las flaquezas de la gente. Dejó los hábitos y se alió con una mujer del Norte para tocar puertas e impulsar su gran proyecto de alimentar y cuidar a seres desprotegidos que no son noticia ni tienen voz. Aquel es el hombre que dejo de existir esta semana; o más bien: se fue para crecer más. Su compañera Ana Ferrer, quien se refiere a Vicente como “mi querido esposo y nuestro gran amigo” dice: “Sé que todos sentimos que Vicente ha llevado a cabo mucho más que una gran obra en el transcurso de su vida. Ahora ha llegado su momento de descansar en paz, y el nuestro de continuar con la gran labor que él comenzó así como de difundir sus ideales de compromiso con los más desfavorecidos y “la acción” para remediar el sufrimiento de este mundo.”

La Fundación Vicente Ferrer continuará su labor de asistencia a los más desfavorecidos; continuará sensibilizando a los españoles sobre los problemas agudos que afectan a otras regiones del orbe; Las palabras y los valores de este hombre comprometido con sus ideales seguirán inspirando a las personas hacia una “acción buena”, como el gustaba llamar a la acción que canaliza la ética y el corazón en una misma dirección.

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