04 julio, 2016

EL GOBIERNO TRANSNACIONAL DE LOS TRANSGÉNICOS

Ni la industria automotriz, ni la industria petrolera; ni ningún presidente de EE. UU. o  secretario de la ONU lograron jamás lo que la industria transgénica consiguió estos días: reunir a más de 100 premios Nobel e investirlos como abogados de una sola causa: más transgénicos y menos cuestionamientos.

La reciente declaración de estos científicos no parece una acción espontánea, sino un golpe estratégico muy bien planificado. Una evidencia del ingente poder de algunos lobbies que superan la influencia de cualquier gobierno nacional. No es casual la aparición de este documento, en medio de las grandes dificultades que enfrenta Bayer para adquirir Monsanto, debido a la mala reputación y el rechazo social que produce la corporación estadounidense.

La auto sacralización de los científicos y el tono conminatorio de la carta no ayuda a un debate mesurado y consensuado. Aunque es una obviedad, los firmantes también tienen intereses, que van más allá de su altruismo. El principal promotor del documento -el bioquímico inglés Richard Roberts- es un conocido defensor de Monsanto, que acusa a la Unión Europea de poner trabas a los transgénicos por cuestiones políticas, vinculadas al comercio.
En el ya histórico documento se aprieta más la tuerca y se apela al hambre de los niños pobres (argumento que nadie discutirá) para proponer la solución final: los  transgénicos. Olvida mencionar el alegato la equidad económica y el rol de los gobiernos y las empresas en este tema; ignora los efectos en la salud de las personas y el medio ambiente de los organismos genéticamente modificados.

Los debates en los foros de Internet y prensa digital son irreconciliables, pero los argumentos de uno y otro bando parecen enfrascados en llevar el debate al aspecto técnico, como si la salud y la economía ciudadana fuesen temas reservados a genetistas y químicos. El asunto de fondo y mucho más importante en el mercado de transgénicos es el modelo de negocio, que prácticamente deja en manos de una sola corporación el tipo de alimento, el precio a pagar, y hasta el banco de semillas que ha sido patrimonio universal de la humanidad desde hace milenios.

Los monopolios están prohibidos en casi todos los estados, y en la Unión Europea también; incluso han sido demandados y multados… pero por alguna razón la industria de los transgénicos no ha sido aún objeto de este tipo de cuestionamientos. Las objeciones se han limitado a aspectos técnicos de esos productos. Otro tema pendiente, y postergado, es el etiquetado de estos alimentos que hasta la fecha han esquivado las autoridades de los países donde se comercializan estos alimentos.

En el tema de las transgénicos los ciudadanos tienen mucho que decir y las empresas que escuchar. Los gobiernos tienen la obligación de la mayor transparencia posible; de arbitrar un debate menos dogmático y más democrático. Ignorar las opiniones de los distintos grupos de interés no solo es antidemocrático, sino poco inteligente y peligroso para la convivencia social. Las empresas transnacionales deben asumir seriamente su responsabilidad social, o terminarán pagando caro el oscurantismo, como ha ocurrido recientemente con una histórica marca de automóviles, otrora orgullo de una nación.

24 mayo, 2016

LA RUTA NATURAL

“Es un palíndromo”, me explica el ecologista y empresario Alberto Benavides sobre el título de su último libro, que es el mismo de este artículo. “Se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda”. Y esa cualidad sui generis describe muy bien la actual ruta de las energías renovables: se mire por donde se mire solo presenta ventajas, y nada más que  ventajas… para la ciudadanía, claro está. Los únicos opositores; los buscadores de tres pies al gato son algunos representantes de corporaciones eléctricas, petroleras y nucleares.

Por eso es importante recalcar los logros del sector de las renovables; porque a pesar de sus sólidos argumentos técnicos, económicos, sociales y medioambientales: todavía no termina de asentarse. ¿Porque las  trabas en España? ¿Por qué el desdén en Latinoamérica? Tendrían que responder los políticos, cuyos despachos están más accesibles a ciertas transnacionales que a las demandas ciudadanas.

Portugal, ese acogedor país que últimamente es noticia por su endeble economía, ha dado la semana pasada una muestra de orgullo en su quehacer energético: ha abastecido a toda su población –unos 10 millones de habitantes- únicamente con energía proveniente del viento, el agua y el sol durante cuatro días seguidos, según informa la Asociación del Sistema Terrestre Sostenible  (ZERO). Aunque solo fueron 107 horas, es otro hito que hay que celebrar. Portugal, en lo que va del año lleva produciendo el 74,7% de la producción eléctrica con energías renovables, principalmente hídrica (44,1%) y eólica (25,6%), según la Asociación de Energías Renovables (APREN).

El pasado domingo el Solar Impulse II -primer avión  que vuela solo con energía solar- completó la mitad de su vuelta alrededor del mundo en Dayton, Ohio; la ciudad cuna de los hermanos Wright, marcando otro hito de las energías sostenibles. Los responsables del proyecto Solar Impulse escriben en su web al respecto: “un siglo más tarde, otros dos pioneros siguen los pasos (de los Wright), rechazando todos los dogmas sobre volar un avión alrededor del mundo sin una gota de combustible”.

Cuando demandamos una política seria en el sector de las energías renovables no estamos solicitando un cambio en 24 horas. Obviamente tiene que haber una sustitución progresiva y gradual; con un plan integral y consensuado. Pero tiene que empezarse ya. Algunas corporaciones, como es lógico, querrán exprimir hasta el último centavo de las viejas plantas eléctricas basadas en el crudo, carbón, o centrales nucleares… pero al otro lado de la balanza está la salud, la economía y la calidad de vida de las mayorías.

Las energías renovables han probado con éxito su idoneidad; su versatilidad y sobre todo su contribución a la calidad de vida de los ciudadanos. Es importante que los países que aun miran para otro lado se encaminen en la ruta de la sostenibilidad. Que los que ya iniciaron el cambio no retrocedan sus avances. Que los ciudadanos, cuyos gobiernos y empresas lleven un tiempo operando con las renovables, perciban los beneficios de esas tecnologías en hechos concretos, como por ejemplo la reducción de sus facturas mensuales. Resumiendo: no hay que buscarle tres pies al gato de las renovables: hay que ponerle un cascabel. Si los gobiernos no lo hacen ¿quiénes lo harán; quiénes lo haremos?