11 diciembre, 2011

LOS MERCADOS


«Si alguno de los tuyos se empobrece y no tiene cómo sostenerse: ayúdale, como lo harías con el extranjero o con el visitante. Así podrá seguir viviendo... No le prestes dinero con intereses ni le impongas recargo a los víveres que le fíes». Levítico 25:35-37

La usura no es una práctica nueva. Es tan antigua como la profesión más vieja del mundo. Se han ocupado de ella gobernantes y pensadores desde hace unos tres mil años. Carlomagno –el gran emperador de Europa- legisló y convirtió a la usura en delito el año 789. En la península ibérica varios fueron los reyes que tuvieron que lidiar con ella. Alfonso X El Sabio, se ocupó con profundidad del tema en las llamadas Siete Partidas. Alfonso XI dictó regulaciones en la Cortes de Valladolid (1325), Madrid (1329) y Alcalá (1348). Enrique II legisló en las Cortes de Burgos (1377) y Juan I en las Cortes de  Valladolid (1385). Durante centurias los gobernantes han legislado, contenido y puesto a raya a los usureros.

Con el paso de los años y la sofisticación de estos negocios el término “usurero” fue transformándose, derivando en otros como: “prestamista”, “especulador”,  “inversionista”. Se pasó de los contratos personales a los pagarés, bonos y otros productos más sofisticados. Las deudas no solo las adquirieron los ciudadanos sino también las empresas y los estados. Actualmente al grupo de personas y organizaciones que prestan dinero y especulan se les llama “mercados”. Ahora son reverenciados. Acogidos como salvadores por gobernantes e instituciones. Los mercados son los que mandan, los que ocupan las primeras planas de los diarios, los que deponen y nombran a Primeros Ministros: los jefes.

Se nos pretende hacer creer que un país es un negocio cualquiera; una corporación más sometida a los mercados. Los tecnócratas -que directa o indirectamente están ligados a los especuladores- están imponiendo su pensamiento; y los gobiernos, únicos contrapesos, están cediendo con una pasividad inédita. Es más, incluso inmersos en la lógica simplista de que un país no es más que un negocio cualquiera, ¿Acaso una empresa vive solo de sus cotizaciones en el mercado de valores? Cualquier analista financiero sabe que confiar el futuro de una organización a esos mercados es riesgoso. El país ya no sería ni siquiera una empresa tradicional, sino una simple entidad de especulación financiera, una ficha más en los volátiles juegos de los mercados.

La deuda pública tampoco es una práctica nueva. Pero las naciones la han usado siempre moderadamente y en momentos críticos. Probablemente porque entendían que la emisión de deuda es sobre todo un salvavidas, y no un instrumento eficaz de desarrollo. Todo lo contrario: cuanto más deuda pública contrae un país, más vulnerable se hace. No es una casualidad que los gobiernos de Italia y Grecia hayan sido los primeros depuestos por los mercados. En la última década son los 2 países que han tenido la mayor deuda pública en Europa. En 2010 Grecia tuvo 147.8 % de deuda en comparación a su PIB e Italia 109.0 % según datos de la OECD.

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