
Una vez más, los hechos nos demuestran con claridad, la absoluta interdependencia de nuestra vida con la sociedad que habitamos y con las que desconocemos, por más alejadas o diferentes que nos parezcan. Sería lamentable dejar pasar esta oportunidad sin reflexionar seriamente sobre nuestras actitudes y valores; sobre la responsabilidad de nuestras acciones cotidianas. ¿Realmente nada tenemos que ver con el sistema económico que cuestionamos? ¿Hemos vivido tan extremadamente centrados en nuestras prioridades que olvidamos nuestra influencia y dependencia de los fenómenos globales?
Quizás ha llegado la hora de implicarnos con decisión en el ritmo de la historia; dejar de ser espectadores atemorizados por poderosos actores que se han irrogado el derecho de controlar nuestras vidas. Tal vez es hora de subir al escenario y ser protagonistas aunque sea por una única vez.
El ciudadano global está hoy mejor informado y percibe con claridad la causa de los fenómenos económicos y sociales. Cada vez es más difícil esconder datos; manipular resultados. Hoy tenemos muy claro que el origen de esta crisis y su lenta recuperación se debe a manejos y acciones de elites que han perdido el sentido de su responsabilidad social. Personas que han olvidado su humanidad y compromiso planetario; el pasado heredado y el futuro de las generaciones venideras.
Pero éste, también es un año para el optimismo. Un año donde la nación más poderosa del planeta ha elegido a un presidente, que, independientemente de sus recetas políticas, representa un cambio de paradigma. Una esperanza de que el mundo avanza y que la voluntad democrática cuando es compartida y responsable constituye un legítimo poder, si actúa como un ente colectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario