23 octubre, 2011

ANTE TODO: CIUDADANOS


“Rescaten a las personas, y no a los bancos” decía el cartel que un hombre sostenía con los brazos en alto, mientras pasaba frente al Banco Central de España. Era uno de los miles de ciudadanos que el 15 de octubre pasado salieron a las calles en Madrid y otras ciudades del orbe para protestar; para pedir un cambio urgente; para expresar su rechazo contundente a los manejos de políticos y grupos financieros que en plena crisis económica parecen ajenos a las urgencias de la mayoría de la sociedad.

El cartel de aquel hombre resumía bien el sentir de aquella multitud frente a la actuación de sus gobernantes, que parecen ajenos y preocupados en salvaguardar los intereses de unos pocos;  del tan citado “mercado”. Como si el mercado fuera un ente sacro y misterioso. Como si el mercado fuera inexorable. El mercado se llama Warren Buffet y George Soros; Michael Bloomberg y Rupert Murdoch; Carlos Slim y Bill Gates; Emilio Botín y Manuel Jove. El mercado es ese pequeño grupo de personas que manejan los hilos de la economía y que no representa ni el 0,1 % de la población global.

Estas marchas -que cada vez son más generalizadas- representan también la pérdida de confianza de un sector de la población en las “recetas” económicas. La gente confió cuando los gobiernos ayudaron a ciertas corporaciones financieras, en la creencia que con estas ayudas se protegerían los ahorros y promoverían créditos. Pero lo único que han hecho algunos directivos de estas organizaciones es repartirse el dinero como un botín, y dejar a la empresa en peor situación. Es el caso de AIG en EEUU o de Caja Mediterráneo y Novacaixagalicia en España. Lo indignante e injusto es que el dinero de esos rescates pertenece a millones de contribuyentes que ganan sueldos bajos y sobreviven a sus deudas básicas.

La complacencia y subordinación de algunos gobiernos con los grupos financieros ha llegado a tal grado, que en Francia algunos mega-millonarios han pedido que les suban los impuestos. Grecia, es otro ejemplo de la negligencia de sus líderes. El propio Ministro de Finanzas, Yorgos Papaconstantinu, reconoció: “Desafortunadamente, el carácter de oligopolio de muchos sectores y mercados en Grecia hace que las subidas fiscales se hayan trasladado directamente a los consumidores”. Son solo dos ejemplos para entender porqué ahora nadie se cree el cuento de “la mano invisible” del mercado. La mano, en todo caso es muy visible y se parece más a un puño.

Colapsará el sistema financiero dice algunas voces agoreras; como si ya no fuera suficiente colapso los casi 5 millones de españoles en el paro; mientras otro gran porcentaje sufre el deterioro de sus condiciones laborales y salariales. El actual ministro de Fomento de España, José Blanco, sabedor de esta situación se atreve a decir casi con cinismo: “Aquellos que hoy están indignados estarán desesperados” haciendo alusión al probable triunfo del PP en  las próximas elecciones generales de noviembre. Así se manejan los políticos hoy en España, compitiendo por ser los menos nefastos, sin propuestas claras y coherentes.

La gente que protesta en las calles estas semanas tiene otra visión de los problemas y son los que realmente sufren las consecuencias de los descalabros político-económicos. Ya es tiempo de no encasillarlos y etiquetarlos. Los grandes medios de información siguen hablando de “indignados” como si se tratara un grupo de personas surgido de la nada. Las personas que piden cambios son ante todo y sobre todo: ciudadanos. Los que asistimos el 15 de octubre a la marcha en Madrid vimos gente de todos los sectores. Vimos obreros, maestros, funcionarios; vecinos, amigos, madres, hijos. Las acciones aisladas de algún grupo minoritario en Barcelona o Roma no resta legitimidad al  reclamo de fondo; no anula la voz de la inmensa mayoría que pide, que exige un cambio inmediato y estructural.