29 junio, 2013

Un stakeholder reclama voz y voto: la Sociedad

La tarde del pasado sábado 22, batucadas y pancartas irrumpieron en Plaza España de Madrid, cerca de donde vivo. Miles de brasileños ataviados con camisetas amarillas entonaron lemas y apoyaron a sus compatriotas en Brasil. Sin líderes “oficiales”, los ciudadanos residentes en Madrid se organizaron para sumarse a sus coterráneos que los últimos días han protestado en el país más importante de América Latina. “Un Brasil diferente” es lo que piden; con menor inflación, con menor gasto en eventos de ocio, y más inversión en sanidad, educación y transporte.

El ejemplo de Brasil es el más reciente; pero esos ciudadanos se suman a una creciente lista de movimientos en otros países como Chile, México, Egipto, EE.UU. Israel, Alemania, Turquía y por supuesto España, que desde el 2011 renovó un tipo de protesta en las calles para pedir otro modelo socio económico. También el sábado pasado, más de 100.000 ciudadanos italianos protestaron contra el desempleo en Roma y otros miles de profesionales sanitarios cuestionaron las privatizaciones de hospitales y el deterioro de los servicios de salud en Madrid. El eco del primer lema que usaron los madrileños el 15.05.2011 persiste: «No somos mercancías en manos de políticos y banqueros»

Habrá quien opine que es un problema político, y habrá quien piense que es un tema exclusivamente económico... al fin es lo mismo. Lo importante es centrarse en las soluciones, en las respuestas a estos retos. Y todas las medidas pasan por asumir las empresas la responsabilidad que les toca. Si: las empresas. ¿O son las corporaciones ajenas a estas problemáticas? Todo lo contrario; las empresas, tanto como gestoras de personas o como proveedoras de bienes, son la expresión más concreta de las políticas macroeconómicas y los modelos sociales. Lo tangible y lo cercano para el ciudadano es: donde trabaja, cuanto gana y a quien compra.

A principios de los ochenta, los ecologistas eran vistos como grupos minoritarios; como activistas “tangenciales” de la sociedad. En solo dos décadas el tema medioambiental se consolidó en todas las agendas y sectores y actualmente nadie discute su vital importancia. Pienso que lo mismo sucederá con estos movimientos ciudadanos que están surgiendo, y que ahora son vistos como fenómenos o grupos asilados. Sus mensajes en la mayoría de casos son firmes y atañen a toda la sociedad

De cómo se afronten estos retos dependerá el futuro de los gobiernos y las  organizaciones empresariales. En España, el concejal del PP Pérez Macián calificó en un artículo a los ciudadanos del 15M como: “híbridos de hiena y rata” y no contento arremetió: “unos falsos, unos parias, unos farsantes, unos fascistas y unos malnacidos”. La delegada del gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes, vinculó a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) con el grupo terrorista ETA. En Brasil, contrariamente la presidenta Dilma Ruseff, al mismo tiempo que condenaba la violencia afirmaba: “Esa minoría no puede manchar un movimiento pacífico y democrático... Mi gobierno está escuchando a estas fuerzas que piden cambios”. Y acto seguido se reunió a dialogar con los representantes de los manifestantes.

Los líderes empresariales, al igual que los gubernamentales, tendrán que optar por una actitud eficaz  para gestionar los reclamos colectivos, que vendrán. Tendrán que hilar fino para evitar conflictos. Adoptar una actitud inteligente que atienda los requerimientos y las necesidades sociales; que evite las evasivas o la prepotencia. En tiempos donde las redes sociales y los medios informáticos aceleran el acceso a la información, hace falta asumir los retos de un modo totalmente diferente. La empresa ya no puede, como antes, centrase únicamente en fabricar un producto bueno bonito y barato; tiene que incorporar a su entorno social entre sus prioridades.

Las manifestaciones en las calles son solo eso: signos exteriores y visibles de problemas mayores. Los ciudadanos cada vez más se asocian para enfrentar problemas de estafas indiscriminadas, engaños masivos o simples mejoras. Cuando las pancartas se pliegan se presentan reclamaciones y demandas judiciales, se fraguan boicots. Los líderes empresariales deben ser proactivos, no esperar que los conflictos estallen sino adelantarse a ellos; gestionarlos y no maquillarlos. Asumir los retos desde un esquema que contemple al consumidor –a la sociedad- como un socio y no como un enemigo; evidentemente.

Finalizando, y para el lector no familiarizado con los tecnicismos de la RSC, nos referiremos a la palabra del titular: Stakeholder (o Grupo de Interés). En la teoría de la Responsabilidad Social Corporativa, Stakeholder es todo aquel grupo de personas que puede afectar, o es afectado por las actividades de una empresa. En consecuencia se establecen 5 categorías principales: Clientes, Empleados, Accionistas, Proveedores y Sociedad. Y casi siempre  Sociedad suele colocarse al final, casi por corrección política, cuando es obvia su gran importancia. Por mi parte, le asigno un lugar preferente entre los Stakeholders; un rol protagónico.

20 junio, 2013

AGUA QUE NO HAS DE BEBER

Mientras se siga dañando el ecosistema no avanzaremos con paso firme hacia otros modelos de desarrollo económico. Mientras no se proteja el recurso hídrico como si fuera “oro líquido”, no podremos emprender con seriedad proyectos sostenibles. Si como sociedad no gestionamos adecuadamente nuestro entorno natural, será fútil embarcarnos en proyectos ecológicos, por mucho que hablemos de energías renovables. Si la convicción no es el sustento de nuestras acciones, los proyectos “sostenibles” cederán fácilmente, como castillos de naipes ante el primer ventarrón.

En las últimas semanas otra vez los vertidos tóxicos y el petróleo irrumpen en el medioambiente, destruyendo fauna y flora que han tardado cientos de años en formarse. Otra vez, gestores de grandes corporaciones fallan estrepitosamente en la administración de estos productos peligrosos. ¿Hasta cuando vamos a tener que admitir este tipo de comportamientos? ¿Hasta cuando vamos a leer en los diarios este tipo de noticias? ¿No merecemos ocuparnos de otros problemas y dejar atrás aquellos que corresponden a esquemas económicos anacrónicos?

Un nuevo vertido de petróleo ha ocurrido en el río Amazonas la primera semana de este mes, afectando a regiones del Brasil, Perú y Ecuador. Otro “accidente” que no tiene nada de accidental, sino de monumental fallo; en este caso de una empresa pública. Esta vez la ruptura de una tubería en el sistema de oleoductos de Petroecuador desparramó 11.400 barriles de crudo en la cuenca del río Coca, afluente del río Napo; contaminando el ecosistema  del lugar y arriesgando la salud de las comunidades aledañas.

Coincidentemente este mes, al norte de América, Repsol e YPF acordaron pagar al Estado de Nueva Jersey 130 millones de dólares como indemnización por la contaminación del río Passaic y la Bahía de Newark. Aunque el origen del incidente se remonta a las décadas de los 40’s a los 60’s, cuando una planta química vinculada a estas empresas vertió dioxinas cancerígenas generadas en la fabricación de pesticidas y el arma tóxica Agente Naranja. El denominado Agent Orange -una mezcla de herbicidas usado por el ejército de EE.UU. en la Guerra de Vietnam- era lanzado desde los aviones para quemar bosques enteros. Su uso, al margen de los daños ambientales, dejó graves secuelas en la población vietnamita y soldados norteamericanos; produjo cánceres y malformaciones. 

El agua, el aire, la tierra y el fuego; esos cuatro elementos que han sido las fuentes vitales de todas las civilizaciones parecen ahora subvaloradas, gestionadas por unos pocos que no siempre velan por el interés de los “muchos”. ¿No tendremos algo que decir los ciudadanos al respecto? ¿Vamos a permanecer al margen de la gestión de tan importante y elemental recurso? 

12 junio, 2013

XENOFOBIA EN LA EMPRESA

El reciente nombramiento de Cecile Kyenge -mujer africana- como Ministra de Integración y Cooperación Internacional de Italia, y los subsiguientes ataques a su etnia por parte de importantes políticos italianos, ha evidenciado que el racismo en Europa no se circunscribe a campos de fútbol o pequeños grupos radicales. Un racismo soterrado subyace en un sector apreciable de ciudadanos, y parece agudizarse en situaciones carenciales. La empresa, obviamente, no es ajena a esta realidad.

Racismo y xenofobia, en cualquier combinación o grado, son dos temas espinosos que muchos prefieren evitar, o mirar para otro lado cuando aparecen  en la oficina. Pero las organizaciones empresariales, como cualquier otro grupo social, constituyen un espejo perfecto donde los mejores valores, pero también los peores prejuicios se reflejan sin amagues. No podría ser de otra manera; hablamos de personas.

Aunque escasean los Estudios respecto a esta problemática en España o la Unión Europea, si se pueden apuntar ciertas políticas laborales que ayudan a entender el fenómeno. En España, por ejemplo, de manera generalizada y salvo situaciones particulares, se prefiere al trabajador nacional frente al extranjero; lo cual parece lógico y deseable. Pero, esta práctica llevada a extremos puede devenir en una sobre valoración a priori de lo “nacional” y en una infravaloración, a priori, de lo “extranjero”. 

En mi experiencia laboral debo agradecer no haber sentido, al menos en un grado visible, que esta actitud haya interferido en mis actividades profesionales. Pero si puedo contar más de un caso donde se ha tomado en cuenta el origen o la nacionalidad del profesional para valorarlo, aún sin conocerlo. Todavía recuerdo cuando una empresa se negó a que una auditora de calidad, conocida mía, realizara una actividad en sus instalaciones cuando se enteraron de su nacionalidad colombiana. También he sido testigo de situaciones donde se duda de la calidad de los médicos argentinos u odontólogos de otros países, sin conocerlos.

El año 2007 la Corte de Apelación de París condenó a las empresas Garnier (del Grupo L'Oréal) y Adecco por discriminación racial en las contrataciones. Fue la primera vez que grandes corporaciones eran declaradas culpables por estas prácticas en Francia. El año 2011 la European Commission against Racism and Intolerance (ECRI), en su informe sobre España resaltó algunos progresos a nivel de creación de organismos supervisores, pero al mismo tiempo recomendó que las autoridades españolas “redoblasen sus esfuerzos para combatir la discriminación y la explotación laboral de los inmigrantes”. 

Esta semana la ONU informa que su Relator Especial sobre Racismo, Discriminación y Xenofobia, Mutuma Ruteere, afirma en un informe: “Aunque la crisis económica ha presionado al gobierno y afectado severamente a la sociedad en España, no debe convertirse en una razón para retroceder en la lucha contra el racismo y la xenofobia”. El experto destacó los avances logrados en el país en el combate de estos prejuicios, pero advirtió que aún persisten desafíos, especialmente en el hostigamiento por motivos raciales.

Es evidente que en Europa los discursos xenófobos están ganando terreno. En Italia, Grecia, Francia, donde los grupos de ultraderecha eran minoritarios y hasta proscritos, han irrumpido en escena legitimados incluso con votos políticos, como el caso de Aurora Dorada en Grecia. Estos grupos intentan canalizar legítimos sentimientos de miedo o frustración social con una sola y torpe “verdad”: el culpable de todos los males es “el otro”. No importan los datos, las estadísticas, los hechos objetivos y verificables.

La investigadora Amy Chua en su libro El Mundo en Llamas expone que los problemas de se agudizan cuando las etnias extranjeras asumen más protagonismo, especialmente económico, en los países donde viven. Generan resentimientos en la población nativa que son aprovechados por algunos líderes políticos. Chua dice que si los privilegiados pertenecen al país, la percepción es diferente: “los norteamericanos no odian a Bill Gates, a pesar de que ha llegado a poseer tanta riqueza como el 40% de toda la población estadounidense junta, ni piensan que les haya humillado al ganar miles de millones en su tierra”.

Obviamente las percepciones cambian con el tiempo. Y, si consideramos que la inmigración en España es relativamente reciente en comparación con otros países europeos, se puede entender esta asimilación lenta por parte de los departamentos de personal de trabajadores extranjeros calificados. La Ministra Kyenge, que es médica y oftalmóloga, relata su experiencia de años atrás: “aunque me gradué con notas altas, no podía trabajar porque necesitaba la ciudadanía. Además, siempre encontraba a gente que no quería que la tocase”.

En una Europa cambiante, con Latinoamérica y Asia influyentes; y cuando los flujos migratorios están invirtiéndose rápidamente, los discursos xenófobos y las ideas retrógradas sobran. Es más, sería deseable hablar más frecuentemente de “ciudadanos” y de problemas comunes, y menos de grupos o problemas particulares. Con el grado de interrelación existente, con las dinámicas que se dan en las ciudades europeas hacen faltan visiones integradoras y menos separatistas. Hace falta trascender los términos “nacional/extranjero” y buscar consensos de ciudadanía, que es el mejor modo en que las sociedades avanzan.